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Fifty-fifty

Publicado: 2012-05-10

Eduardo González Cueva*

Me divorcié hace cinco años. Como toda ruptura, la mía fue una mezcla de pena, riesgo y oportunidad. El divorcio nos agarró viviendo en Nueva York y –como los dos veníamos de países distintos- la consecuencia directa era que para seguir ejerciendo de padres tendríamos que seguir viviendo en el mismo sitio. Era claro que la prioridad principal, en la nueva situación, era cómo re-organizarnos como padres.

En ese momento había sido papá por cuatro años y ya era parte integral de mi vida: sencillamente no podía imaginarme una situación distinta. Es cierto que había terminado mi corta carrera de esposo, pero la de padre estaba recién en sus inicios y no pensaba dejarla.

De modo que llegamos al siguiente arreglo: mi hija vive una semana con su mami y una conmigo. Las semanas se planifican con antelación en un calendario común, y en la que me toca me encargo de todo: comida, ropa, salud, escuela, tareas, diversión. Como padre y madre trabajamos a tiempo completo y tenemos salarios similares, los gastos de educación, salud y ropa de invierno (que es cara) se dividen 50%-50% y llevamos una cuenta para equilibrar cuando uno está pagando de más. Las cosas que hacemos en conjunto incluyen las reuniones con los profesores, actuaciones en el colegio y las fechas especiales, como los cumpleaños de nuestra hija.

A mi expareja y a mi nos parecía injusta la idea de que luego de la separación uno solo quedase a cargo. Los dos veníamos de hogares donde eso había ocurrido y no teníamos la menor intención de repetirlo. Algunos esquemas paliativos también nos parecían injustos; por ejemplo, que uno visita cada dos semanas, o que uno se encarga de los fines de semana. En la práctica, esto es injusto para el que asume la mayor parte del tiempo, porque debe trabajar mucho más; y para el que asume la menor parte porque pierde la relación con sus hijos. Si íbamos a hacer esto, lo haríamos bien y a partes iguales.

Así, mi hija tiene dos casas: están a 15 minutos de caminata y el colegio queda en la misma zona. En ambas casas tiene su propio cuarto, juguetes, libros y ropa. Cada casa es diferente, como es obvio: tiene distinta decoración, distintos libros, se hace distinta comida, se siguen distintas reglas. Pero –en esto último- a pesar de que mi astutísima hija negocia el mejor acuerdo en cada casa, mi ex y yo estamos bien coordinados: así que a la cama a la hora y las tareas son sagradas.

¿Suena complicado? ¿Por qué? Todas y cada una de las tareas descritas se llevan a cabo de todos modos en un hogar con niños. No hay nada en lo que he descrito que no esté sujeto a la división del trabajo que ya ocurre en una pareja casada: alguien cocina, viste, ayuda con las tareas mientras el otro hace otra cosa. Uno hace el desayuno mientras el otro corre alrededor del parque; uno revisa la tarea mientras el otro lee; uno baña a los críos mientras el otro lava los platos. ¿Verdad? Si no ocurre, es porque uno de los dos está asumiendo automáticamente como su obligación, cosas que podrían ser equitativas.

Hace poco descubrimos, como una forma de ayudarnos a llevar calendarios y presupuestos, el sitio web 2houses, que es gratuito (http://www.2houses.com). La propaganda lo anuncia como una herramienta para parejas separadas, pero –en realidad- no hay nada que no sea útil para una pareja casada.

La gran ventaja de un acuerdo de este tipo es que mejora la vida de los tres. Mi hija es una niña feliz, le va bien en el colegio, tiene montones de amigos cercanos y tiene –creo- los aspectos más bacanes de la personalidad de cada uno de los padres. Verla contenta cuando la recojo de casa de su mamá e igualmente contenta cuando su mamá la recoge de mi casa, es un buen indicador. Y como ver a los hijos felices tiene la infalible virtud de hacer que uno se sienta mejor, todos estamos mejor.

Me alegro de no haber sido un padre divorciado en el cuño de la generación anterior a la mía, en la que lo normal era que el hombre perdiera el vínculo con los hijos. No creo ser menos libre, creativo o productivo porque tenga menos tiempo para mí. De hecho, creo que tengo más tiempo, porque lo uso mejor. Me gusta la semana que estoy con mi hija y me gusta la semana en la que estoy por mi cuenta… Y como ésta, en la que termino este artículo, es una de superpapi, mejor la corto, porque mañana hay que hacer el desayuno temprano.

* Papacito invitado

Vive en Brooklyn y es el papá de Amaya. Le gusta cocinar, ir al cine y hacer su trabajo, en derechos humanos. Es un tipo con suerte. Su blog: http://latorredemarfil.lamula.pe/E-mail: elfjcgc@gmail.com/Twitter: @elfjcgc 


Escrito por

mamacitas

Cuando uno es mamá o papá aprende a reconocer que no puede sola/o y que necesita el apoyo de muchas personas. Por eso nace MAMACITAS. Para que compartas lo que hiciste para resolver los mil y un retos de la maternidad. Para que cuentes eso que nadie cuenta.


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