Mi cuerpo embarazado
Vanessa Rojas*
En mayo de este año me enteré de mi embarazo. La verdad, al principio no sentía realmente que estaba embarazada; era un acto racional y de fe al papelito que te lo decía, pero sinceramente no había mucho más que me hiciera sentir: ¡wow, qué embarazada estoy! Nunca tuve náuseas, mareos, pesadez, nada de eso. Tuve sueño, sí, pero nada de todo lo otro que me decían que iba a sentir. Debo admitir que en varios momentos, pensaba ¿será cierto? Había días en que crecía mi angustia por sentir el embarazo, por percibirlo, y es que creo que tenía miedo y mucho temor de confiar ciegamente en que en mi cuerpo pudiera estar surgiendo ese tipo de revolución.
Los meses pasaron y a pesar de la ausencia de “síntomas”, de pronto la barriga comenzó a crecer. Luego comencé a sentir más movimientos, al principio ligeros y ahora, con 31 semanas, ya siento que tengo una pequeña tormenta interior, un pequeño alien nadando en mi panza, uno que está a punto de salir como en la película… Este sentir de los movimientos ha hecho que esto del embarazo sea ahora una realidad tangible, un hecho abrumador en el que digo: ¡caray, esto es más real de lo que esperaba! Como dije, al principio mi conexión con el embarazo había sido un poco nula; de hecho, hubo ocasiones en las que me olvidaba que estaba embarazada y hacía cosas que quizá no debía. En estas últimas semanas he caído en cuenta de que, efectivamente, estos movimientos son toda una vida propia, un ser independiente, que hace de mi panza lo que le da la gana, es su territorio. Y no es que haya sido inconsciente de mi embarazo o que haya vivido en negación durante estos meses (tan desconectada del mundo no ando), pero es que ahora se me ha hecho muy real y me quedo pensando una y otra vez en todo lo que puede estar pasando en mi cuerpo, en lo que puede hacer y en lo poco que yo creía que podía suceder dentro de mí.
Hace ya 13 años me detectaron cáncer (a tiempo, menos mal). Tuve que pasar por un tratamiento de alrededor un año y medio, después del cual todo salió bien, sin recaídas. Pasar por ese proceso sí te hace pensar en que tienes eso que en las películas llaman “una segunda oportunidad”, pero creo también que, a mí particularmente, aquel proceso me hizo establecer una relación no muy amigable con mi cuerpo, pues llegue a no quererlo mucho, a decir verdad. Y quizá la idea de que mi cuerpo era una suerte de células dañadas que un tiempo se rebelaron contra mí me hacía pensar que había algo malo, algo roto y ligado para siempre a esas pequeñas marcas de cirugía que mostraban el pasado de un cuerpo que no producía más que daño a sí mismo. Hoy, con el embarazo, me quedo helada pensando en la relación que he tenido con mi cuerpo y lo que ahora siento que pasa, pues ahora (y debido a esos movimientos enormes) solo veo vida, ¡pura vida! Ver incluso mi pecho marcado por la pequeña cicatriz y pensar en que pronto será la fuente del alimento que le dará más vida al pequeño es alucinante. Siento que mi cuerpo se ha ido curando de a pocos con los años, se ha ido transformando. El embarazo me ha permitido conectarme no solo con este bebé, sino conmigo misma, con mis temores (que no son pocos), con mis angustias (que creo que son más), con lo que yo veía en mi propio cuerpo. Ojo, no es que el embarazo sea algo mágico que ahora haga que me quiera (¡vamos! han pasado 13 años y en ese tiempo he tenido mis procesos también); simplemente digo que el embarazo, en mi caso particular, me ha dado el impulso real para verme a mí misma y para darme cuenta de lo mucho que me ha costado lograr hacerlo.
Qué pasará luego del parto y cuál será la relación con mi cuerpo de ahí en adelante, no lo sé… Probablemente entre en trompo de nuevo, pero sinceramente siento que ya no importa tanto porque descubrí una conexión con mi cuerpo que me gusta, que me saca una sonrisa.
Sé que este es un proceso muy personal, pero quería escribirlo pues muchas personas que he conocido tienen también esa relación extraña con su cuerpo (embarazado o no). Es una relación que a veces inmoviliza, que distrae y nos aleja de percibir esa posibilidad de transformación que tenemos… Reconocer nuestros poderes humanos me ha ayudado a verme en el espejo y me ha permitido, por un tiempo breve quizá, estar conectada y en paz.
*Mamacita invitada
Antropóloga de profesión, nunca sé qué poner en estas cosas de presentación pero puedo decir que estoy embarazada, que tengo un compañero de vida y de sonrisas que quiero mucho, y que por ahora vamos enfrentando estos cambios de a pocos, “un día a la vez”. Embarazada de mi primer chibolo.