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Derribando mitos de padres primerizos: ¿puede la crianza alternativa o natural poner en riesgo a los pequeños?

Publicado: 2013-01-31

Jaime Miranda*

Yo no creo que ningún padre sea malo. Todos queremos a nuestros hijos y todos queremos brindarles lo mejor. Mi punto de partida es que muchas de, sino todas, nuestras decisiones y acciones frente a nuestros hijos se hacen con ese objetivo, de brindarles lo mejor. Acepté la invitación para compartir en este blog con ustedes por un motivo muy sencillo. No hay que confundir lo bueno que queremos darle a nuestros hijos con lo moderno o de moda. Y procedo a contarles por qué.

Soy padre de dos niñas, una de 3 años y otra de casi 6 años. Soy médico y hace varios años decidí colgar la bata blanca—dizque queriendo ser un poco más humano. Mi primera hija nació cuando estaba completando un Doctorado (PhD) en Epidemiología. Aprovecharé para insertar un par de oraciones para la autoestima. Fue una de las etapas más lindas de mi vida profesional. Despertaba con la hija—en verdad pasaba muy malas noches como todos los padres primerizos, pero como la memoria es frágil, recuerdo que salía de la cama a las 9am—, trabajaba un poco, ¡hacía siesta de dos horas con mi hija!, volvía a trabajar, la bañaba, y me acostaba a las 8pm. Ahora miro atrás y digo qué lujo.

Con ese antecedente de médico, doblemente doctor, no creo que tenga ninguna autoridad moral para sermonear a los padres. Cada uno de ustedes conoce a sus hijos mejor que nadie. Eso sí, vengo escuchando y me preguntan mucho si la homeopatía funciona. Mi posición es muy simple. Si es para ti, una persona adulta que toma sus propias decisiones y quiere explorar, adelante, experimenta con estos mecanismos alternativos que te ayuden a resolver tu problema. Pero, desde mi punto de vista, si se trata de usarlos para tu hijo, piénsalo dos veces, pregunta o consulta. Te pido que te hagas esta pregunta: ¿esta alternativa que me gustaría ofrecer a mi menor hijo funciona o no funciona? ¿Cuánta seguridad tengo de su eficacia?

En mi caso, con toda la educación que tengo, debo confesar, sin vergüenza alguna, que he recurrido, intentado y probado estrategias alternativas para algunos problemas. He hecho acupuntura y pilates. Lo hice por problemas de dolor de espalda, que en retrospectiva, tienen que ver con cansancio acumulado y stress. Pero lo hice yo mismo, conmigo mismo y por mí mismo. Los probé, tuvieron un efecto parcial, no solucionaron el problema de fondo, pero dieron satisfacciones pasajeras. Ahora hago un poco de deporte, me gustaría hacer más. Si leen con cuidado notarán que estoy queriendo decir que el mismo efecto—reducción de stress—se logró con distintas estrategias.

Sin embargo, todas estas aventuras no las hice con mis hijas. Y no tendría por qué hacerlas. El ejemplo más común son las vacunas. Creo que nuestra generación es muy afortunada. Érase una vez, quizás en los tiempos de nuestras abuelas, que las madres tenían muchos hijos y varios de ellos no sobrevivían al primer año de vida (lamentablemente esta sigue siendo la historia en muchas zonas pobres del Perú y del planeta). Hasta que un día se descubrieron las vacunas, no para una sino para varias enfermedades. No serán perfectas, pero logran algo muy concreto: previenen muertes. No estamos hablando de una mala noche con fiebre, sino de muertes de niños, niños que no llegan a cumplir ni un año de vida. Y creo que, cuando digo que nuestra generación es muy afortunada, es porque apostaría a que en nuestro cotidiano, profesional y educado, son extremadamente raras las historias de que el pequeño recién nacido de un familiar, amigo cercano o amigo de un amigo haya tenido un fatal desenlace.

En este contexto, pues varios se preguntarán ¿por qué vacunar a nuestros hijos? Al fin y al cabo, no se muere nadie. Es verdad, no se muere, porque—acá viene la palabra epidemiología—hay un colectivo de defensas generadas en cada uno de los individuos ya vacunados que mantienen a la enfermedad (técnicamente a los agentes causantes de enfermedad) en jaque. ¿Qué pasa si dejamos de vacunar a los niños? Pues, al igual que un dique con una falla, el agua empieza a filtrar, las barreras se debilitan y el agua rebozará. Ha pasado con el Reino Unido, con la vacuna MMR (sarampión paperas rubéola). La onda alternativa hizo que muchos padres decidieran no vacunar a sus hijos, las coberturas de vacunación decayeron de manera importante, las defensas colectivas (los diques) decayeron, aumentaron los números de portadores y enfermos, y empezaron a haber brotes de enfermedad, tanto locales como internacionales. Según el Centro para el Control de Enfermedades, la mitad del total de casos de MMR en Estados Unidos de Norteamérica en el 2011 fueron por casos de importación desde Europa. ¿Quieres más evidencia? Si tienes la suerte de ir de paseo por Europa, o de que te visiten desde allá, mejor estar prevenidos y con tus hijos vacunados.

Siguiendo con el tema, las vacunas del Ministerio de Salud (MINSA), son gratis y buenas. Buenas desde el punto de vista de satisfacción del usuario—el niño. Con un solo pinchazo recibes la dosis de varias vacunas. Mi primera hija fue vista en el sector privado, por colegas. Claro, cada vacuna, por más moderna que fuese, costaba dinero pero sobretodo me dolía ver a mi hija llorar con hincones separados (revisen qué tipo de vacunas cubre su seguro privado). Mi segunda hija tiene su carnet de vacunación en la posta del MINSA. Te sorprenderás al saber que hay un establecimiento cerca de tu domicilio y nada congestionado, fíjate en esta lista de establecimientos del MINSA.

No fue mi intención irme por la tangente, pero quería darles ejemplos muy concretos. Ustedes me dirán, “como crees, no somos irresponsables a tal extremo”. Seguro el tema de vitaminas, hierbas, ungüentos, batidos, etc. serán parte del repertorio de consultas. Te volveré a pedir que te hagas esta pregunta: ¿esa alternativa que me gustaría ofrecer a mi hijo, funciona o no funciona? ¿tengo certeza de no ponerlo en riesgo? Si no estás seguro, documéntate y pregunta antes de optar por dejar de lado aquellos tratamientos convencionales.

Disclaimer: todo lo expresado son opiniones personales, y no buscan ofender a nadie. Si alguna aseveración requiere un sustento técnico, encantado de buscarlo con la parte interesada. Tomará algo de tiempo, pero no estaría de más hacer el ejercicio.

*Papacito invitado

Médico con Maestría y Doctorado en Epidemiología por la London School of Hygiene and Tropical Medicine (LSHTM). Además, y sobretodo, es un devoto y obediente esposo y orgulloso papá de dos niñas.


Escrito por

mamacitas

Cuando uno es mamá o papá aprende a reconocer que no puede sola/o y que necesita el apoyo de muchas personas. Por eso nace MAMACITAS. Para que compartas lo que hiciste para resolver los mil y un retos de la maternidad. Para que cuentes eso que nadie cuenta.


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