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Loscuatro segundos en los que pensé que no estarías nunca más.

Publicado: 2013-09-30


Lo confieso.

En más de una ocasión, cuando he sentido que ya no podía más, he deseado que Guillermo no esté.

Cuando ese sentimiento se diluye y vuelvo a ver la luz, me siento culpable y me aborrezco a mí misma por el hecho de sólo haberlo pensado.

“¿Cómo pudiste desear que no esté?”, me he preguntado en esas ocasiones.  “¡Es espantoso que la sola idea se te haya cruzado por tu mente!", me he recriminado.

Tener un hijo con capacidades diferentes, donde sabes, aunque nunca sabes, queno podrá valerse por sí mismo, me genera muchos pensamientos que desearía no haber tenido jamás.

Pensamientos tales como "ojalá Guillermo y yo fallezcamos en el mismo acto (si no quién lo va a cuidar!)", o peor aún "ojalá muera antes que yo" contradicen, directamente, el amor inmenso que siento por mis dos hijos.

Tales pensamientos no me han surgido nunca con respecto de Santiago, mi hijo mayor con capacidades comunes, por lo que no sé si a todas las mamás les sucede eso. Lo cierto es que a mí sí me ocurre y no me enorgullezco de ello.

Pero como la vida siempre, tarde o temprano, se encarga de dar respuesta a tus contradicciones, hace unos días me enseñó en tan sólo cuatro segundos qué sería de mi vida sin Guillermo.

Era temprano por la mañana.

 La nana de Guillermo le había preparado la leche y se disponía a cambiarlo.  Como todas las mañanas, mientras me arreglaba para ir al gimnasio, arreaba a Santiago para que desayunara y se lavara los dientes antes que llegara la movilidad.

Era una mañana común y corriente en nuestras vidas.

De repente,  noté que se nos había acabado el corilin (jarabe en gotas para menguar elresfrió en los niños). Llamé a la farmacia. Quien atendió el teléfono me dijo que podrían traer la medicina recién a las 8:30 a.m. No servía, a esa hora Guillermo ya habría partido para su colegio.

Ante esa circunstancia, le pedí a Mari, la nana de Guillermo, que por favor fuera a la farmacia que queda a dos calles de casa, y trajera el bendito corilin.

La nana salió rauda a la calle, mientras que la señora que lleva a Santiago al colegio, tocaba el timbre de la casa.

Dejé a Guillermo en el pasadizo del segundo piso.  Me dirigí al baño a pedirle a Santiago que por favor (es un decir) se apurara.

De pronto oí un golpe seco y acto seguido a Guillermo llorar.

En ese momento sentí que algo no estaba bien. Corrí al pasadizo y los gritos de Guillermo eran cada vez más fuertes.

No sabía que pasaba.

La reja de la escalera estaba cerrada y Guillermo no estaba en el pasadizo.

En un segundo supe que Guillermo se había tirado al vacío de la escalera, del segundo al primer piso.

Miré por la baranda hacia abajo y no lovi. Sólo escuchaba su llanto que se mezclaba con gritos.

Mi corazón se achicó.

Y en ese momento empezaron los cuatro segundos más largos de mi vida.

Me imagino que lo que sentí fue algo parecido a aquello que sienten las personas que afirman haber regresado a la vida: el túnel, la luz blanca. Son sólo unos segundos, pero si podría relatar todo lo que sentí en esos cuatro segundos, podría relatarlo en cuatro horas.

No podía abrir la reja de lo nerviosa que estaba, así que decidí saltarla. Mientras que bajaba la escalera corriendo, me decía "no debiste escucharme, dios mío" o, "cuando dije lo que dije estaba en un momento de debilidad, tu deberías saberlo!", "no me lo quites", “Si Guillermo está mal debo evitar por todos los medios que Santiago lo vea en un mal estado” etc..

Y en eso vi a Guillermo. Sentado al final de la escalera,  con la leche derramada a su alrededor. Lloraba desconsoladamente. No tengo buena memoria, pero esa imagen nunca se borrará.

Lo abracé, él rodeó rápidamente sus manos en mi cuello y si bien no dejó de llorar, su llanto se hizo cada vez más bajito, hasta desaparecer.

En ese momento, sentí lo que sería mi vida sin él, y me sentí la mamá más afortunada del mundo.

Uno "nunca sabe lo que tiene, hasta que lo pierde". Sabio dicho popular que en mi caso se aplica, sin haber perdido, gracias a la providencia, a mi Guillermo.

*Mamacita invitada. Mamá de Santiago y Guillermo. Mamá “trabajadora” que le gustaría que todos los días sean domingo para poder salir a correr con Guillermo, jugar con Santiago en el parque “mete gol tapa”, y poder decidir juntos: ¿qué vamos a almorzar?


Escrito por

mamacitas

Cuando uno es mamá o papá aprende a reconocer que no puede sola/o y que necesita el apoyo de muchas personas. Por eso nace MAMACITAS. Para que compartas lo que hiciste para resolver los mil y un retos de la maternidad. Para que cuentes eso que nadie cuenta.


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