Dicen que esa batalla no la voy a ganar
Dicen que esa batalla no la voy a ganar. Que todas las mamás tratamos y terminamos renegando y llorando nuestra suerte o elegimos liberarnos, agarrar al crio en hombros y ser felices bajo cualquier circunstancia. Esto último es lo que mi mente de economista llama el segundo óptimo, que ocurre cuando una de las condiciones para llegar al “óptimo” que es el “equilibrio”, no existe, no es posible o no está disponible en ese momento.
“Los hombres son así, así son todos, su psicología es diferente, asúmelo y vive tranquila sin atormentante por lo que quisieras que haga y no le nace”. Y de pronto te encuentras resignada a que él duerma rato más mientras tú cambias el primer pañal de la mañana, que después del riquísimo almuerzo del sábado él pueda tener una siesta sin remordimientos, que siempre estés corriendo a casa después del trabajo mientras él va tranquilo al encuentro de su pasatiempo (fulbito, guitarra, playstation, lo que sea que le libere del estrés), que luego de una salida nocturna a él no le pese la resaca porque la que se levanta con menos de cuatro horas de sueño a atender al bebe eres tú y una serie de etcéteras que todas vivimos en mayor o menor intensidad.
¿Están hechos los hombres para darle siempre prioridad a los momentos familiares o sólo cuándo se les activa el chip paternal? ¿Los que lo hacen tienen una sustancia especial en el cuerpo? ¿Se puede comprar esa sustancia?
“Pero de qué te quejas, al menos alguito te ayuda”, “Oye, pero sí se queda con el niño cuando tú le pides, tampoco es para tanto”. Sí pues, es verdad, en ocasiones te encuentras un full day en el campo viendo un excelente despliegue paternal, un “yo lo llevo” cuando tenías que decidir entre una reunión de trabajo inesperada o llevarlo al doctor por esa tos seca que no se le va hace una semana, el juguete inmenso recién comprado armado por completo y los dos jugando con él, un rato de relajo mientras ellos montan bicicleta solos en el parque. Es decir, tampoco es que sea “cero, cero”, pero tú quieres más, las mujeres siempre queremos más.
Mi hijo me tiene loca en todo sentido, pero cuando no está su padre al costado, la locura es amarga. Sin embargo, cuando de pronto viene a darme un beso sorpresa, o lo veo reírse a carcajadas por cualquier cosa simple, o escucho su ronquidito al dormir: TODO tiene sentido. Cómo puedo lograr esa misma claridad cuando me tira la comida que no quiere comer, cuando le pega un manotazo al niño del costado sin razón, cuando le da la pataleta por seguir jugando cuando ya es hora de dormir, cuando me patea porque no le da la gana que le cambie el pañal o en un futuro, cuando quiera seguir jugando en la computadora sin haber terminado la tarea, cuando regrese tarde a casa sin haber avisado dónde estaba, cuando quiera viajar solo con los amigos y así sucesivamente hasta que “te presenta al tipo de novia que no es para tu hijo”.
¿Debemos resignarnos a no pelear esa batalla, es el segundo óptimo lo más saludable? ¿Para la vida de quién? ¿Será que el óptimo y el segundo óptimo dependen de cada familia, de cada pareja, de cada niño? ¿Será que nos falta conversar un poco más, ponernos de acuerdo, pedir con amabilidad y entregar con amor?
Dicen que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus. Pero, ¿nos podremos encontrar en el planeta Tierra? Tal vez cuando entendamos que ellos NO son adivinos, cuando aprendamos a exponer, con claridad y respeto, nuestras molestias y expectativas; y en mayor proporción, a susurrarles con cariño las satisfacciones que nos dan. Conquistemos nuestros propios demonios, ubiquemos el óptimo que nos funciona y lideremos la guerra por nuestra propia felicidad.
*Mamacita invitada. Soy Mariela Araoz, esposa de Renán, mamá de Gonzalo, ejecutiva de un grupo financiero y aficionada a la temática vinculada a los retos de la crianza. Todo a tiempo completo porque es mi manera de sentir que hago bien todo lo que elegí hacer.